"Sana, sana curita de rana, que si no sana hoy, sanará mañana..."
¿Y cómo sana el alma...? Mientras más pasa el tiempo, mientras vamos creciendo, seguimos cayéndonos y golpeándonos. Alcanzamos una edad que ya no es así de sencillo, que la abuelita nos unte algún remedio casero y nos cante la canción para sentirnos mejor... Aunque sí existen grandes personas que «siempre» están ahí, cuando tenemos cierta edad, vale más nuestras propias palabras para reanimarnos y continuar. Queda un instante donde nosotros mismos necesitamos apoyarnos de "un impulso" y algo que va más allá de lo que podamos comprender, para levantarnos nuevamente; la esperanza. No se nos culpa, si luego de caer de la bicicleta, le tengamos manía a treparnos en ella nuevamente, pero sabemos que debemos romper con ese "temor". No hay nada escrito que asegure que no continuaremos tropezándonos, pero sí es seguro que en el intento, logremos alcanzar y llegar a donde deseamos.
No hay "curitas" para el alma, no hay una norma o regla que determine como sanar el dolor del alma, las desilusiones, la tristeza abismal, la muerte de un ser querido, la muerte del alma (gemela); pero una razón es suficiente: aún estamos vivos. Entonces, el simple hecho de existir, es buena señal de continuar en la "carrera de las ranas". Sólo llega a la cima aquella "rana sorda", aquella que solamente escucha su corazón, y que para ella "no hay imposibles". Alcanzará la cima el optimista y quien tenga un corazón dispuesto.
Quizás la carrera y el camino parezcan eternos, pero he comprendido que "mientras más amo, más cerca está el cielo...", como lo canta Axel Fernando, cuando nos invita a celebrar la vida. Basta con decidir abrir la herida (con cautela) para que logre cicatrizar ante un aire fresco, puro y limpio. Cuando una brisa de aliento nos roce, es el toque a la puerta de nuestra alma; la libertad de abrir nuestros brazos para lo nuevo y genuino...
"¡Corrige en el camino, pero lánzate...!"