sábado, 31 de marzo de 2012

Grande libertad...

Soy la misma de ayer, la misma niña-adulta que sigue creciendo en este mundo gigantezco donde nunca se sabe todo y donde todo es un cúmulo de valores infinitivos que me llevan a apreciar la libertad de vivir.

Soy la misma de aquella ilusión de hace 10 años, cuando en aquel diciembre, luego de una charla del valor de la espera nos obsequiaron una cajita de regalo dorada no más grande del dedo meñique... El objetivo del regalo consistía en esperar aproximadamente un mes y abrirlo entonces el 6 de enero. Era un detallito de ese viernes en la noche que más allá de lo que pudiese tener dentro, era un reto al compromiso de esperar, ser paciente, de saber que ahí estaba donde quiera que lo pusiera durante las próximas semanas, pero probar mi curiosidad durante el tiempo prometido.

Llegó la víspera del día de Reyes (5 de enero), despertamos y nos preparamos para salir en familia a una actividad navideña (las Navidades en Puerto Rico son pura parranda de casi dos meses) y así comenzó el último día antes de abrir la cajita pequeña... No se me olvidaba aquel "detallito", a pesar de su tamaño, pues lo tenía en la "coqueta" o gavetero en mi habitación. Al regresar en la tarde-noche nos encontramos con la casa revolcada y de inmediato supimos que algo no andaba bien... En nuestra ausencia, habían entrado a la casa y robaron. De prisa, me dirigí a mi cuarto buscando el regalito. No podía creerlo, -"tanta espera y al final no lo pude apreciar...", me anticipé con algo de coraje y decepción. Busqué por toda la habitación y no encontré el detallito de "la espera". Habían roto cables del televisor, se habían llevado prendas de fantasía, entre otras cosas materiales, pero a mí me dolió que se llevaran el regalo que no abrí hasta esa fecha, por la promesa que había hecho. Luego de hacer la querella con la policía y ya pasado el mal rato, seguía pensando en la cajita dorada. -"Ni siquiera supe que tenía dentro", pensaba frustrada. Mi papá decidió llamar esa noche a la persona que había dado la charla en diciembre y contarle lo sucedido, para ver de qué manera podía hacerme llegar otra cajita. Con la llamada telefónica, mi papá se enteró del "secreto" de la cajita, recuerdo que se rió, le contó en secreto a mi mamá, pero continuaron con el "compromiso" que faltaba un día más, y coordinó para hacerme llegar otra por la perdida... Mi mamá decidió dar un último vistazo a la habitación, y como madre al fin, siempre halla lo que busca. La cajita estaba estropeada detrás del gavetero. Rápidamente agarró lo que vió y sin permitirme ver (conociendo el valor que tenía para mí la promesa que había hecho), lo guardó entre sus manos y lo restauró como pudo. Volvió la ilusión, aún herida por el mal rato, y esperé unas horas más para el 6 de enero.

Al día siguiente, como es tradición, recibí regalos del Día de Reyes. Realmente estaba emocionada porque ya era el momento para saber lo que había adentro de la cajita dorada... Finalmente, abrí el regalito y sin esperar algo en particular, quedé sorprendida al descubrirlo. La cajita había decorado el rico chocolate que representaba el corazón del ser humano. Era una "tontería", pero para mí, ha sido el chocolate más valioso que he comido. Si sentí algo de vergüenza y pena por el revolú del día anterior. Fue emotivo recordar el gesto de la llamada de mi papá por conseguir lo que "habían robado" y comprobar la famosa frase de mi madre "hay que buscar bien". Sentí en aquel entonces satisfacción por la capacidad de esperar por lo que me propuse, por el pacto, por la seriedad del compromiso.

Y así pasan los años, sigo siendo aquella misma de ayer, la incondicional, como canta Luis Miguel... Muchas personas que vienen y van. Momentos que sin duda han marcado años distintivos durante esta década, varios cumpleaños. Este 2012 se cumplen 11 años de amistad con una gran amiga que es mi hermana, así como se hubiesen cumplido otros 10 de grandes eventos que ocurrieron en el 2002; personas que ya no están, cosas que no existen ya, círculos cuyas circunferencias tuvieron brechas que se desenfocaron del norte, pero hay otras celebraciones que generan todas esas sonrisas precisas de aquellos espacios que se van desocupando.

Soy la misma que esperó con cierta inocencia, por un chocolatito oculto en una cajita dorada, pero con la misma seriedad en que aún enferma de salud asumo las responsabilidades que tengo como adulto, y prefiere mantenerse ocupada en el afán de cada día, pues el descanso llegará con la muerte. Soy la que ama la creatividad de los niños y juega con ellos como si fuera una, pero la que desde niña anda con las "antenas paradas" escuchando conversaciones de "adultos", integrándose con la espontaneidad que la distingue: "mami, ¿a mi me ciurcuncidaron?" (jaja...) Soy la misma que ve una serie de anime japonesa o mangas, pero también lee y escucha artículos de historia y se interesa por temas de la sociedad para luego analizarlo con amigos o conocidos. Soy aquella que quiere botas para ir a la montaña más alta o simplemente sueña con conducir un auto en una carretera o pista sin límite de velocidad, con las ventanas o cristales abajo, con el viento soplando el cabello mientras va cantando alguna canción de amor. Soy la misma que recientemente se babió (literalmente) riéndose de una anécdota de un amigo y que hace unos años atrás le echaba la culpa al trabajo de ortodoncia, ¿qué será ahora, la edad...? Soy la misma que se reía con espacios entre dientes, la que seguía enseñando los dientes aún con "frenillos", y la que sinceramente sigue enseñando las ensías y suelta carcajadas cuando algo es muy gracioso.

Soy la hija, la hermana, la amiga, la niña y la mujer que "aunque no quiere ser grande", enfrenta la realidad de los años con entusiasmo y nuevos bríos. Este año celebro la libertad de vivir con felicidad momentos extraordinarios, rodeada siempre de tanto amor.

¡Felicidad para todos!
(soplo las velitas)
31/marzo/2012