-"Reina, tranquila".
-"Aquí a la orden, corazón".
-"¿Cómo estás, bebé?"
-"Mi amor, déjame explicarte."
-"Baby, ¿qué haces?"
-"Cariño, ¿en qué puedo ayudarte?"
Los apodos cariñosos comúnmente se escuchan entremedio de las conversaciones de parejas ya que es una manera de indicar esa conexión, amor, estima que sienten mutuamente. Sin embargo, ¿hasta dónde pasa de ser un lenguaje cariñoso e íntimo a ser un simple cumplido y amabilidad en conversaciones entre amigos e incluso en el servicio al cliente? Estos alias pasaron a ser algo cultural entre la jerga de los puertorriqueños, pero no cambia que afecte la reacción del receptor dependiendo de la persona que emita el afecto.
"¡Gracias corazón, por tu visita!" [...] Miro con cara desconcertada y me pregunto: ¿es necesario? Muchos confunden amabilidad con palabras peculiares de apego. Supongo que deben ser exclusivas para "alguien", pero se ha convertido en un festín público. La disyuntiva está en no confundir la pura estima y complacencia cuando las amistades se nombran con estos apodos, hasta que "ese alguien" halaga sin darle el mismo mérito que le da el corazón que recibe. Ese cosquilleo que se siente al recibir palabras tan "comunes" y "mal gastadas" pierde valor si quien las dice no le da —el significado–, pues aún una acción vale más que mil palabras. Y hasta que no haya refuerzo de lo que se dice, no trasciende de ser simples muletillas. De todas formas, qué rico se siente ese mariposeo, es sentirse vivo, pues aunque pasen los años, y se ame de manera evolutiva, enamorarse no pasa de moda.
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